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Cómo disminuir (o no) un problema de ansiedad

Habituación, sensibilización y cómo entender estos procesos, junto con la terapia de exposición, pueden ayudarnos a lidiar con un problema de ansiedad.
31 de enero de 2025 por
Cómo disminuir (o no) un problema de ansiedad
JAVIER ALEJANDRO SANCHEZ TORRES
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Imagina que entras a una habitación con un aroma intenso o escuchas una canción nueva que te fascina. Al principio, ambos estímulos captan toda tu atención, pero con el tiempo, es posible que dejes de notar el olor o que la canción ya no te emocione tanto. Este fenómeno se llama habituación y es un mecanismo que nos permite adaptarnos a estímulos constantes.

Pero no siempre nos acostumbramos a todo. En algunos casos, nuestra respuesta se intensifica en lugar de disminuir, lo que se conoce como sensibilización. Además, existen procesos como la deshabituación y la desensibilización, que influyen en cómo experimentamos nuestras emociones, la ansiedad y el malestar. A lo largo de este artículo, exploraremos estos procesos y su impacto en nuestra vida cotidiana.

Habituación: Cuando Algo Deja de Impactarnos

La habituación es el proceso por el cual disminuimos nuestra respuesta a un estímulo constante o repetido. Por ejemplo, al principio, el olor en ese salón puede resultar abrumador, pero con el tiempo dejamos de notarlo. No es que el aire se haya purificado mágicamente, sino que nuestro sistema sensorial ha aprendido a filtrar esa información irrelevante.

Otro ejemplo interesante es la alerta sísmica en México. Si esta alarma sonara durante horas o días sin cesar, la mayoría de nosotres acabaríamos ignorándola, aun cuando su propósito es advertirnos de un riesgo real. Este fenómeno puede resultar problemático, ya que la habituación podría llevarnos a no prestar atención a señales que, en otras circunstancias, serían cruciales para nuestra seguridad.

Desensibilización: Cuando la Reacción se Debilita

La desensibilización es similar a la habituación, pero implica una reducción en nuestras respuestas emocionales o fisiológicas frente a un estímulo, sin que necesariamente dejemos de percibirlo. Por ejemplo, un chiste puede provocar una risa intensa la primera vez, pero tras escucharlo repetidas veces, aunque lo oigamos con claridad, la respuesta emocional se ve notablemente atenuada.

En el ámbito de la ansiedad, la desensibilización es una herramienta central en la terapia de exposición. Al enfrentar de manera controlada situaciones que generan miedo —como el temor a volar—, la persona puede, con el tiempo, experimentar una disminución en su ansiedad. Incluso ver videos de aviones o exponerse gradualmente a la experiencia puede ayudar a reducir el miedo irracional.

Procesos Opuestos: Deshabituación y Sensibilización

Si la habituación nos ayuda a ignorar estímulos que se han vuelto irrelevantes, la deshabituación ocurre cuando volvemos a notar algo que antes habíamos dejado pasar. Imagina salir del salón de clases para tomar aire fresco y, al regresar, el olor se siente tan intenso como en un principio. En términos de ansiedad, una persona habituada a un cierto estímulo podría, tras un período de ausencia, reaccionar de forma exagerada al volver a encontrarse con él.

Por otro lado, la sensibilización se da cuando la exposición repetida a un estímulo incrementa nuestra reacción en lugar de disminuirla. Piensa en un mosquito que zumba insistentemente en tu oreja: al principio resulta molesto, pero después de unos minutos, la irritación puede volverse casi insoportable. En contextos de ansiedad, este proceso puede transformar una respuesta inicial moderada ante un estrés en una reacción emocional intensificada y persistente.

¿Por Qué Todo Esto es Importante para la Ansiedad?

Comprender estos procesos es clave para manejar la ansiedad de forma efectiva. Muchas estrategias terapéuticas se basan en la desensibilización para disminuir miedos irracionales, mientras que la evitación excesiva de ciertos estímulos puede llevar a la sensibilización, haciendo que reaccionemos de manera más intensa la próxima vez que los enfrentemos.

Reconocer cuándo la habituación o la desensibilización están funcionando a nuestro favor —o, por el contrario, cuándo la sensibilización y la deshabituación están exacerbando nuestra ansiedad— nos permite tomar control de nuestras respuestas emocionales. La clave reside en la exposición gradual y controlada, que, en muchos casos, reduce el poder que los miedos tienen sobre nosotres.

Referencias

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  • Rankin, C. H., Abrams, T., Barry, R. J., Bhatnagar, S., Clayton, D. F., Colombo, J., ... & Thompson, R. F. (2009). Habituation revisited: An updated and revised description of the behavioral characteristics of habituation. Neurobiology of Learning and Memory, 92(2), 135-138.


Cómo disminuir (o no) un problema de ansiedad
JAVIER ALEJANDRO SANCHEZ TORRES 31 de enero de 2025
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